lunes, 24 de enero de 2011

Lo importante es tener salud

Bigote en ristre, sombrero que tantos inviernos ha visto, chaleco de lana y pantalones de pana sales a la calle. Abotonas como puedes la vieja chaqueta y maldices el frío que te hace que tu cara parezca una mueca. Piensas sin embargo que los inviernos de ahora no son como los de antes. Ya casi no nieva y no llueve lo que llovía antes.



Al pasar por el parque de San Francisco te fijas en la fuente de Neptuno, los angelotes o lo que sean siguen siendo igual de feos que cuando eras crío, al menos hay cosas que no cambian con los años. Enciendes un cigarrillo prestado por uno de los jardineros y caminas calle abajo. El humo te calienta un poco y ya casi no notas el frío. Recuerdas cuando eras joven, cuando entre los edificios todavía se podía ver el cielo y sabías el nombre de todas las paisanas que vivían en la calle. Recorrías León calle arriba y abajo con tu mula vendiendo potas de cobre. Ahora dicen que sueltan no se qué que provoca cáncer… cualquier cosa. Todo eso no son más que mariconadas, tú siempre cocinaste en pota de cobre y has llegado a viejo. Te paras en el contenedor a ver si hay algo interesante o si ya han pasado los basureros. Ya no queda nada, pero al menos han dejado unos cartones, podrás ponerlos debajo de tus rodillas. Agarras un par de ellos y sigues calle abajo. 
Un niño camino de la escuela te señala y dice algo a su madre que le reprende con dureza, es de mala educación señalar a la gente, aunque ella ya te ha señalado con la mirada. La educación es como el orgullo, no lleva a ningún sitio si no tienes dinero que te respalde. Al final todo es cosa del puto dinero, sin dinero no eres nada y ahora mismo, tal y como están las cosas, menos aún.

Llegas a la puerta del supermercado y pones los cartones en una esquina, te sientas de cualquier manera y sacas un plato de plástico del bolsillo. Te acurrucas lo mejor que te permiten tus huesos doloridos. Ya no tienes edad para esto, pero si no es para esto ¿para qué vales?

Adentro se ve a las cajeras hablando: mira, ya tenemos al Cándido a la puerta. Hace más horas que tú, ahí a la puerta.

Comienza a llegar la gente para comprar, algunos pasan sin mirarte, otros te miran de reojo, pero evitan darte nada, algunos, cada vez menos, te sueltan una monedilla. A media mañana pasa Doña María y te pregunta qué tal estás, cómo está tu familia. Respondes que todos bien, todo lo bien que se puede estar en esta situación. Lo importante es tener salud, responde, y tras esto te suelta un par de monedas y se va.

Sí, mascullas entre dientes, lo importante es tener salud ...




Dimas.


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