jueves, 3 de marzo de 2011

Buscando encontré mi puerta

Ahí estaba Miguel, sentado en su vieja cómoda, contemplando, a través de una foto, su pasado. Casi sin darse cuenta había viajado a un lugar muy lejano, dejando atrás su hogar, sus pinceles y sus plumas. De forma que, lentamente, terminó cayendo en un dulce y suave sueño.

Poco después, un fuerte estruendo que provenía de la calle le hizo despertar bruscamente. Se encontró en una casa diferente, rodeado de todo tipo de artefactos totalmente indescriptibles. Volvía a sonar ese ruido, definitivamente era de la calle, comenzó a buscar la puerta que, por lógica más que conocimiento, consiguió encontrar a muy duras penas, "es una casa enorme", se repetía. Al abrir la puerta, vio de lejos, en un parque, a un niño de no más de 12 años, haciendo unos sonidos horribles, estridentes y totalmente desafinados, con una especie de instrumento de colores rojo y amarillo. Al parar, este comenzó a gritar, invitándole a acercarse mediante un gesto con las manos, "¡estamos aquí!¡estamos aquí!". Tras tanta emotividad en el aviso, Miguel se acercó despacito, prestando especial atención en el bullicio de esa calle que, por vez primera, cruzaba, hasta llegar junto al niño. Iba dado de la mano de una mujer joven muy bien vestida, o eso a él le parecía, y le preguntó, "Hola chico, ¿por qué me llamas?", a lo que le contestó, "por nada abuelito, veníamos a verte...".


Zinc

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