sábado, 5 de marzo de 2011

Huevos.

Hay mañanas en las que te despiertas con esa extraña sensación de haber pasado la noche viviendo una vida paralela. A veces pasa, digo. Te levantas cansado y con un extraño dolor muscular que, desde luego, no es fruto de una noche en la cama descansando. 
Te sientas en el borde de la cama, fuerzas la memoria. ¿Qué cuernos habrás soñado? Por la persiana entran rendijas de luz, haciendo que la pared parezca la piel de un leopardo. Ya hay ruido ahí fuera. El de siempre, vamos; coches, niños yendo al colegio, las campanas de las nueve menos cuarto...
Como extrañado de que todo siga igual (o como un pulpo en un garaje) vas a desayunar. En el desayuno, tu compañero de piso tiene ojeras. "¿Qué pasa, Fran, no has dormido bien?" "No sé, es como si no hubiera dormido nada; y ya ves que anoche me acosté pronto, eh". Frunces el ceño. Bueno, qué más da. 


Hay noches, que como la niebla en Londres, una especie de nebulosa inunda las calles de León. Noches en las que todo el mundo sueña con haber sido otro. Bueno, no lo sueña, lo vive. Noches en las que gastas tus energías en ser eso que no te atreves a ser durante el día. Bueno, no lo vive, lo sueña. Es como una pandemia que va saltando de ventana en ventana, y te ofrece la oportunidad de creer que todo es de mentira. ¿Por qué creer que todo es de mentira? Cuando crees que todo es un sueño, cuando crees que luego vas a despertar y que será como que nada ha pasado... Es cuando dejas de tener miedo a las consecuencias y te libras de la cárcel que tú mismo te creas. 
Porque nos ponemos trabas. 
Y porque tenemos miedo a las consecuencias.
Es así. Qué quieres que te diga. 

Hay mañanas en las que te despiertas con el sabor de boca de haber sido otro. O por lo menos, quien eres de verdad.

Si quieres tortilla, tienes que romper algunos huevos.
Indis.

1 comentario:

Anónimo dijo...

esas noches!! q sensacion al despertar!