lunes, 14 de marzo de 2011

Otro día más



Otro día más, otro día igual que los demás. El mismo dolor de cabeza, la misma sequedad de boca. Ya son las ocho, la hermana Caridad nos levanta como siempre encendiendo las luces, saludándonos con esa falsa amabilidad entrenada durante años. Sé que tanto a mí como al resto nos desprecia. Si por ella fuera quemaría las sábanas que he utilizado esta pasada noche en el albergue.

No me importa, hace tiempo que dejaron de importarme los demás.
Lucho por levantarme sin que me estalle la cabeza, necesito un trago ya.

Como puedo me coloco los zapatos, agarro mi bolsa y salgo. Fuera hace mucho frío, no más que ayer, probablemente no menos que mañana. Los inviernos se están volviendo cada vez más frios en León, pero si fuera en cualquier otro lugar estoy seguro de que serían fríos igual.




En la calle ya se va viendo a la gente que va a trabajar, me miran con asco, algunos se cambian de acera y se tapan la nariz a mi paso. Sé que me desprecian, pero tampoco me importa, yo los desprecio mucho más a ellos. Para mí son solo figuras borrosas entre un cartón de vino y otro. Las madres con sus críos, las parejas de adolescentes, el policía municipal que a veces viene a echarme de la puerta del supermercado. No me importan lo más mínimo.

Me miran como si estuviera loco por hablar solo por la calle, por sentarme viendo pasar las horas. Algunos se ríen de mí o me insultan cuando me tambaleo por las calles del Húmedo. A veces reacciono y todavía puedo responderles con algún insulto, pero eso pasa cada vez menos, porque para mí esas personas son solo unas voces más dentro de mi cabeza.

No recuerdo como me llamo, supongo que alguna vez tuve un nombre, pero ahora ya no me importa, sólo me importan las horas que faltan hasta la noche, hasta que pueda volver a ir al albergue y dormir. Porque así sólo faltará una noche menos para acabar con todo esto, para que no esa solamente un día más, para que no sea un día igual a los demás.




Dimas

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