martes, 1 de febrero de 2011

De dioses y de hombres

Un nuevo día, pensó mientras se ataba las botas militares que servían de complemento al uniforme. Se sentía como un superhéroe cuando se enfundaba aquella ropa. No necesitaba ponerse los calzoncillos encima de la ropa para sentirse superman, sólo necesitaba su fiel porra a un lado del cinto y su Glock bien cargada al otro lado.



Se levantó y buscó su gorra en la taquilla, gafas de sol y el último toque, el walkie talkie. Porque ¿qué clase de policía se es si no llevas un walkie talkie sonando todo el rato en un idioma casi ininteligible? La mayoría de las veces eran sólo comentarios sobre una rubia en un Ford fiesta rojo, o el partido de anoche, algunas veces incluso llamaban para contar que había una pelea en el Húmedo, pero, de eso ya se ocupaban los nacionales.

A él lo que le gustaba era cerrar bares. Sí, entrar con sus amiguitos y cerrar todos esos bares de modernos y universitarios listillos. Con acabar el instituto a él le había llegado y había llegado bien lejos, concretamente hasta el Paseo del Parque, al lado del Hispánico. Era una buena vida.

A veces se levantaba con el pie torcido y se dedicaba a poner multas a coches aparcados, aleatoriamente. Otras veces colocaba unos cuantos conos en una céntrica avenida y se dedicaba a parar coches con la excusa del control de alcoholemia. La cara de susto que ponían cuando sacabas el aparato no tenía precio… te hacía sentir inmortal, superior, dueño del mundo. Aunque no había nada comparable a dirigir el tráfico.


 Caminar por el centro de la calzada, pararte en cualquier cruce y sentirte el centro de todas las miradas. Silbato en la boca, pose de espantapájaros y allí que vas. Paras de un lado, paras de otro, pitas y pitas… Ahora tú, tú no, que no me caes bien. A ver  esos del paso de peatones… podéis pasar. Poco importaba que hubieras provocado un atasco de cojones, ¡y que alguno se atreva a pitar! Que siguiendo la ordenanza 3.14 te lo calzas y le pones una multa que haría temblar a Clint Eastwood.

A media mañana un cafetín. Aparcas en el reservado para los disminuidos físicos o en medio de un paso de peatones, que para eso tienes autoridad ¡y pobre del que te la rebata! Todavía recuerdas aquel gracioso que te dijo que era ilegal, por mucha policía que fueras, aparcar delante de su vado. Aquellas navidades te tocaba patrulla y alguien tenía  que pagarlo. Esperaste con tu Renault a la puerta de su casa y en el momento EN que salió… Zas, control de alcoholemia. Por supuesto, estaba un poco por encima del límite, en estas fechas… Multa por exceso de alcohol, unos cuantos puntitos fuera y además multa por desacato por protestar. Unos 600 euros en total. Así aprenderás a quedarte calladito piltrafilla. 


 Dios, es como un orgasmo. Cada vez que pones una multa te sientes un poco como una divinidad del Olimpo, un nuevo Hércules que ha venido a traer la justicia a la tierra.

A ver, Lobato ¿has acabado de una puta vez? Joder, parece que te ha dado un aire, a ver si espabilas.

La voz del sargento te despierta de tu ensoñación. A este cabrón tendrás que soportarlo algunos años más, pero ya se jubilará, y ya le enseñarás tú lo que es la justicia y la ley. La ley de la calle.



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