domingo, 6 de febrero de 2011

Otra madrugada más, el sol golpea mis relajadas pupilas tras cinco escasas horas de sueño.
Un café con leche, las botas de goma, el uniforme, y a la calle, que hoy será una mañana emocionante. Las 6 A.M en León un domingo, no es un momento cualquiera cuando vas agarrado a un carro de basura. A pesar del frío que congela tus manos y no te deja ni agarrar la escoba firmemente, siempre te encontrarás con cosas que te calentarán de rabia, bien lo sabes nada más despegas los párpados en la cama y te enfrentas a tu jornada de trabajo.




Hoy toca la zona del casco viejo, entonces ni te cuento. ¡El barrio Húmedo no pinta igual a las 10 de la noche que a la hora de retirada!
Aparte de decenas de botellas rotas por arrebatos de rabia o pequeños descuidos, has de ver panoramas mucho más desoladores. Crías de apenas 18 años tiradas en cualquier acera al borde del coma etílico y rodeadas de moscones aprovechando la coyuntura; machotes luchando por mantener el equilibrio para alcanzar con un ebrio puño cerrado a cualquiera que se entrometa en sus asuntos; grupos de muchachos golpeando los cubos de basura, farolas, papeleras, escaparates o demás objetos que se crucen en su camino; parejas discutiendo en un idioma indescifrable para cualquier persona sobria; niñatos que se burlan de ti, o te buscan las cosquillas sin percatarse de que tú cuentas con mayor dosis de espabilina y una manguera de agua que la escupe a gran presión; colas interminables esperando para coger un taxi y regresar a casa; risas y llantos en los bancos anegados de vómito a consecuencia del mal beber; valientes que siguen la fiesta buscando un nuevo, calentito, y bien abastecido garito…
Esta es la otra cara de León, pienso mientras recojo los restos de un improvisado botellón. Y aún así, sigo sin entender cómo, a pesar de ser tan consciente de la suciedad (¡y nunca mejor dicho, vaya!) que desprende esta ciudad, sigue maravillándome ver amanecer aquí, al lado de Botines, trabajando, lejos de mis calientes sábanas, entre colillas y otros restos.
Será que me puede la tierra. Será que en su día, fui yo quien la ensucié.





Snake Skin




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